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La historia del nombre de la Corporación Simón de Cirene está inspirada en un personaje bíblico. Según los evangelios de Marcos, Mateo y Lucas, Simón de Cirene o El Cirineo, padre de Alejandro y Rufo, fue la persona encargada de ayudar a Jesús a cargar con la cruz en el día de su crucifixión y muerte.
De acuerdo con la Biblia, Simón de Cirene fue un hombre común, anónimo y voluntario inesperado, lo que le gustó a nuestro fundador para decidir por el nombre de la corporación. “Poca gente conoce a Simón de Cirene. Fue un campesino que llegó a Jerusalén un viernes a primera hora de la tarde. Tan pronto entró a la ciudad se topó con un pequeño cortejo de mujeres que lloraban acompañando a Cristo que cargaba la cruz”.
Juan Francisco Lecaros destaca su figura: “cuando Cristo se cae por primera vez con el peso de la cruz, un soldado romano que vio a Simón de Cirene le ordenó que ayudara a Jesús. La primera reacción fue negarse o escabullirse entre la multitud. Pero luego, por temor a contradecir el vozarrón del soldado romano, tomó la cruz y se puso atrás de Cristo. Al comienzo, no fue de gran ayuda. De hecho, a pesar de que era joven y estaba descansado, Simón de Cirene se cayó dos veces más con la cruz encima de Jesús. Simón de Cirene no hizo nada por evitarlo. La tercera vez, el madero golpeo el rostro del que crucificarían y lo hizo sangrar. Entonces, miró a Cristo y agarró con decisión la cruz con sus dos manos para acompañarlo a Gólgota”.
En esa misma línea, el evangelio de Lucas dice que “cuando lo llevaban, echaron mano a un tal Simón de Cirene que venía de su granja en Libia y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús”[i] (Lucas 23:26, Crucifixión y muerte de Jesús).
Al detenernos en su figura, vemos aquel hombre que ayudó sin saber exactamente a quién y a qué ayudaba. La frase evangélica, “echaron mano a un tal Simón de Cirene”, nos ha inspirado desde el primer minuto de la corporación. Cada uno de nosotros puede ser ese tal al que se echa mano en un momento dado. De hecho, esto es lo que ocurre a diario en nuestra corporación: nuestra búsqueda de estar en segundo plano siguiendo la misión de otros; nuestro anhelo de que la comunidad –toda comunidad– nos considere como uno más de sus miembros; nuestra actitud de oír y servir, creemos que representa con fidelidad al Cireneo. La máxima aspiración que tenemos como corporación es que cada uno de nuestros colaboradores, de nuestros voluntarios, beneficiarios, clientes y directores, puedan poner su nombre en reemplazo de ese tal Simón que prestó sus fuerzas para ayudar un viernes por la tarde.
Una figura anónima, como fue el caso de Simón de Cirene, permite que sea el espíritu de la corporación, con más de 25 años de experiencia y 100 colaboradores en todo Chile, de ayudar a los que ayudan a construir una sociedad más desarrollada e inclusiva. “Nuestra misión es acompañar a organizaciones y personas a lograr sus propósitos, promoviendo la buena gestión y construyendo vínculos entre diversos mundos”.
[i] (Lucas 23:26, Crucifixión y muerte de Jesús)