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Han sido tiempos difíciles. Si hace algunos años, hubiésemos tenido la posibilidad de viajar al futuro, en una máquina del tiempo, y ver lo que la humanidad le está haciendo al planeta Tierra, sin duda, seríamos más conscientes de nuestros actos, o al menos, eso podríamos esperar.
En octubre de 2019, Chile despertó y se dio cuenta de injusticias sociales, inequidades y segregación que muchos ciudadanos viven día a día.
Si miramos desde un punto de vista amplio, centrándonos en aspectos positivos, podríamos decir que la organización a nivel territorial merece todos los aplausos. El sentido de pertenencia barrial tomó protagonismo, volvieron las ollas comunes y las organizaciones locales comenzaron a formar parte de algo más grande. De una comunidad.
Cuando hablamos de comunidad, lo primero que se nos viene a la mente es unión o conexión, pero existe algo más, la cohesión social. En el Informe del Consejo Asesor para la Cohesión Social, del Ministerio de Desarrollo Social y Familia, se alude al concepto en base a la propuesta de la Fundación Bertelsmann.
En este sentido, Social Cohesion Radar establece ciertos indicadores relacionados al vínculo social, al sentido de pertenencia y al foco del bien común. Esta propuesta, define a la cohesión social, como la calidad de las interacciones entre miembros de una comunidad, definida en términos geográficos y que está basada en relaciones sociales resilientes.
Con relación al párrafo anterior, se destaca la organización activa que han tenido los territorios, como, por ejemplo, las juntas de vecinos que han sido capaces de canalizar información a través de los municipios con el propósito de otorgar bienestar a su comunidad en tiempos de incertidumbre.
Cabe destacar que la importante labor de los dirigentes y líderes sociales innatos, sin importar la edad, ha contribuido a la generación de espacios de socialización democrática, actuando de forma voluntaria y en beneficio de otros para co-construir una comunidad más gentil, empática y con una visión crítica de la realidad.
Paula Luengo, psicóloga y directora del Proyecto ProCiviCo, indica que la base de la cohesión social se encuentra en los comportamientos prosociales que están relacionados con la empatía y solidaridad. Estas conductas serían capaces de construir relaciones positivas y ambientes interconectados. De acuerdo a Luengo, ninguna persona aprende a vincularse positivamente con su entorno si antes no es capaz de hacerlo con quien tiene al lado.
Hoy vivimos tiempos complejos. La crisis sanitaria mundial provocó que nuestro estilo de vida cambiara en 180 grados. Fue un golpe fuerte y de cruda realidad. Pienso que los sucesos actuales del Covid-19, nos han permitido ver más allá, conocer lo desconocido y valorar lo intangible por sobre lo material.
¿Lo bueno? Hemos tenido la oportunidad de reflexionar sobre la vida misma, utilizar otras formas de comunicación, como las plataformas digitales. Si bien ya existían, jamás pensamos que serían la única manera de socializar.
Creo que aprendimos a ser más conscientes de las emociones, a conectarnos con ellas, a tener autocontrol y a pensar en el otro. A preocuparnos verdaderamente por el otro. Entendimos el valor del presente y lo incierto del futuro. Estamos más conectados con el entorno y lo que pasa a nuestro alrededor.
Como sociedad, nos queda un largo camino por recorrer, dimos el primer paso y debemos continuar trabajando día a día para lograr una participación más activa, colaborativa, no discriminatoria, basada en la confianza y el respeto mutuo.
El propósito común debe contemplar como pilar fundamental a la comunidad. Potenciando a todos los actores que componen a la sociedad. Siempre considerando las particularidades de cada territorio y fomentando la cohesión social.
Trabajadora Social. Actualmente coordino los proyectos del área de relacionamiento local de Mallplaza. Tengo 6 años de experiencia en infancia y coordinación de redes. He trabajado en programas de gobierno, municipios y establecimientos educacionales.