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“La sexualidad ya no es para los abuelitos” ¿Consideras que algo está mal en esta frase? Claramente encontramos errores desde su inicio, ¿Por qué? Lo sabremos a continuación en este blog.
En primer lugar, recordemos que no se deben utilizar los términos de abuelo o abuela para referirnos a las personas mayores, dado que no se puede generalizar y adjudicar un rol social a una persona que no sabes si se identifica con este. Para saber más sobre el uso del lenguaje puedes revisar nuestro blog “Construyendo desde el lenguaje”.
Para hablar de la sexualidad no sólo debemos considerar aspectos biológicos, sino que, como lo indica la Organización Mundial de la Salud (OMS), interactúan factores psicológicos, sociales, culturales, históricos, religiosos, entre otros. Es por ello que es importante expandir el concepto indagando, considerando y atendiendo sus diferentes expresiones que van más allá del abordaje reproductivo.
La sexualidad no es estandarizada, no es igual para todos y todas, si no que, de acuerdo al transcurso de cada historia de vida, de forma personal, vamos construyendo una identidad, actitudes y conductas frente a esta y con ello sus diversas formas de expresión tales como las caricias, besos, coqueteo, fantasías, deseo de acompañamiento y más. Por lo tanto, bajo estas ideas se intentará comprender que las manifestaciones e intereses sexuales dependen de cada persona, y no deben verse limitados por motivos de la edad, ni tampoco otorgar restricciones o conceptos negativos, sino que aceptar la experiencia individual conforme a los cambios y circunstancias que vivimos.
La vejez socialmente está cargada de mitos y prejuicios, entendiendo que al cumplir una cierta cantidad de años automáticamente debes asumir un rol al cual se le imponen características en su mayoría negativas, cargadas de estereotipos culturales sin comprobar su veracidad. Y por supuesto que una de ellas es precisamente la sexualidad en las personas mayores. Ahora bien, no podemos negar que el envejecimiento involucra diversos cambios fisiológicos, tales como los cambios en la figura corporal, la disminución hormonal y de la respuesta sexual, entre otras. Y a raíz de esto surge una gran interrogante, ¿Estos cambios son sinónimo de que las personas mayores no tengan vida sexual? Pues claro que NO, es erróneo negar la sexualidad en la vejez, ya que si recordamos la definición entregada inicialmente, esta se manifiesta a lo largo de toda la vida hasta la muerte, en donde se desarrollan o perfeccionan estrategias de adaptación que permiten continuar viviendo la sexualidad de forma personal ajustando dichas estrategias a los deseos y necesidades individuales, superando la imposiciones sociales.
¿Sabías que en la Quinta Encuesta Nacional de Calidad de Vida en la Vejez (2019), el 60% de personas mayores que participó declaró que la vida sexual era un aspecto importante para ellos? Además un 55% de las personas que viven en pareja afirma tener una vida sexual activa, es así como queda claro que continúa el interés sexual y que por lo tanto las personas mayores siguen siendo sexualmente activas. Por lo tanto, es fundamental plantearse la siguiente pregunta, ¿Se considera la sexualidad como factor relevante al momento de hablar de bienestar y calidad de vida?.
Como sociedad hemos ido creando y perpetuando diversos mitos y prejuicios hacia la sexualidad en la vejez, asociándose a la incapacidad y su completo cese, así como también tenemos juicios negativos para quienes la desean expresar, considerándolo como una acción inmoral e incorrecta, generando que este tema sea tabú o que simplemente no exista interés por investigarlo y conocerlo. Aquí identificamos nuevamente como actúa el viejismo, limitando, normando y excluyendo a las personas mayores al derecho de vivir plenamente su sexualidad. Entonces nos debemos cuestionar, ¿Estoy dispuesta o dispuesto a vivir mi sexualidad en la vejez como me lo imponen los demás?
Algunos de los mitos o prejuicios que comúnmente se conocen, tanto desde la sociedad como de las mismas personas mayores son:
¿Has dicho o escuchado alguna vez alguna de estas frases? Es muy probable que sí, y lamentablemente existen muchas más. Pero para despejar ciertas dudas, es necesario aclarar la falsedad de aquellas creencias. La actividad sexual, su capacidad e interés no depende de la edad, sino que de cómo sea el estado de salud emocional y físico de la persona, así como también de su experiencia, relación consigo mismo, con otros y cómo se resignifica el concepto de sexualidad de acuerdo con las formas de adaptación que serán necesarias para conocer los cambios que se presentan.
El deseo y placer continúan, no se acaban, sino que la persona será quien le otorgue mayor o menor importancia a ciertas formas de manifestación que considere significativas.
El cuerpo, la apariencia física y lo estético claro que influyen, y vemos que históricamente se ha construido un concepto de belleza asociada a la juventud, junto con otras características, como la vitalidad, energía, productividad y más. De esta forma se ha ido perpetuando la idea que el cuerpo viejo no es atractivo ni deseado, promoviendo diariamente esconder y ocultar el cuerpo, las arrugas y las canas, por lo que se impacta en el deseo e interés de expresarse sexualmente o hablar del tema por temor a ser criticados o ridiculizados.
Por último, para introducir otro tema que subyace de este, es relevar el cómo se está abordando la sexualidad de las personas mayores en los múltiples entornos que participan. El proyecto “Por un Bien Mayor” tiene como foco el acompañamiento a Establecimientos de Larga Estadía para Adultos Mayores, por lo que es necesario plantear que probablemente en muchas ocasiones se toman decisiones por las personas, pensando en protegerlas puesto que se percibe con frecuencia al residente en una situación de riesgo y vulnerabilidad constante.
Algunos ejemplos pueden ser: prohibir el pololeo, separar en habitaciones distintas a un matrimonio, implementar la política de puertas abiertas, el equipo o profesionales no generan confianza para hablar del tema, infantilizar besos, caricias u otras medidas. Estas actitudes o reacciones claramente restringen el derecho y autonomía de la persona para poder expresarse sexualmente, basado en este imaginario social que hablamos anteriormente. Entonces, sería bueno comenzar a cuestionarse si estamos generando entornos que garanticen la seguridad, privacidad, intimidad y consentimiento de la persona mayor.
Es por ello que tenemos la responsabilidad de adquirir los conocimientos necesarios para comprender y abordar la temática adecuadamente, conocer las barreras, actuando en todo momento como ambiente facilitador de la participación y no restringir las actividades de expresión sexual, siempre y cuando exista consentimiento y esto no transgreda los derechos de otro.
Los y las invito a comenzar o continuar erradicando el estigma que se ha formado hacia este tema, ya que, si seguimos aceptando y reforzando estas ideas viejistas, los prejuicios permanecerán en el imaginario social que considera a las personas mayores asexuales, limitando el derecho a vivir la sexualidad de la forma más diversa que puede ser. Y tú, ¿Crees que se puede cambiar? ¿Qué puedes hacer desde hoy para sumarte a este cambio?.
Si te gustó el tema, te invitamos a revisar:
Consultora en terreno del proyecto Por un Bien Mayor de la Corporación Simón de Cirene