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Quisiera recomendarte que tuvieras presente estas diez exigencias formales para que tengas una misión atractiva. Tanto para los convocados como para tu propio equipo:
La Misión no la redacta el abogado. Tampoco se dejen guiar por los deberes ni cargos de conciencia para inspirarse. Irán redactando mejores misiones en la medida que transcurra el tiempo y vayan descubriendo lo que verdaderamente dan y la belleza que hay en ello. Entonces escribirán frases que calen hondo y digan lo que de verdad provocan en el beneficiario. Hasta tanto no sea así, procura huir de lo obvio, de los lugares comunes, de lo que todos dicen y nadie recuerda.
La misión tiene un acento profundo. Si no están tus amores y tus sudores puestos en ella, no es buena misión. Estrújala; siéntela como propia; que no “venga de afuera”; que le encuentres un enorme sentido. Este es el primer mandamiento de las buenas misiones.
La “Misión tiene una Misión”: decir con claridad lo que hacemos. De la Misión, ya veremos, se descolgarán los servicios que entregaremos, los voluntarios que convocaremos, los fondos que captaremos. La Misión indica acciones; no es un ideario ni el lugar para publicar los que ustedes son. Quien lea la Misión debe saber a ciencia cierta qué es lo que ustedes hacen y ofrecen.
El bien que puedes hacer es necesariamente limitado. No hay nada más dañino para la organización -y también diríamos que para el espíritu- que abrumarse por el mal en el mundo y en nuestro beneficiario. Entre poder, querer y deber quédate con el primero: ¡haz lo que puedas y vive feliz! Sí, ten una misión y una organización a tu medida. Trabaja gozando y sin perder el humor. No pretendas ser un Atlas12; el mundo definitivamente no descansa en tus hombros.
Que sea a tu medida no significa que sea la que tú, como jefe, quieras. Desconfía de las inspiraciones súbitas y esas cosas. La Misión es un “aconchado” en el tiempo más que una iluminación.
No hay buenas o malas misiones. Hay misiones que no convocan, o que no logran atraer a las personas. No será una buena misión cuando no sea capaz de convocar, cuando no logremos entusiasmar a la sociedad por lo que hacemos. Muchas veces la convocatoria de nuestra misión falla no por “fome” sino porque nosotros no le sacamos brillo; no la divulgamos; no la ponemos a disposición de la sociedad.
Ojalá en no más de dos o tres frases. Como para sabérsela de memoria y repetirla con orgullo. Esta exigencia de ser breves nos obligará a apuntar sólo a lo esencial de nuestro anhelo. Una dinámica institución que se dedica al medio ambiente tenía la siguiente misión: «Contribuir al fortalecimiento de la sociedad civil a través de una educación y promoción de iniciativas orientadas a promover la responsabilidad individual de los actores con la finalidad de conciliar la protección del medio ambiente, con el crecimiento económico y la equidad social».
¿Entendiste? La definición puede ser corrrecta en términos que expresa lo que la institución quiere ser, pero no cabe duda de que es difícil de transmitir. Seguramente para entenderlahas debido leerla dos veces. No caigas tú en ese defecto. Sólo tendrás una oportunidad para decirla: que no te hagan repetirla.
Las Misiones algunas veces proclaman cosas que no se dan. No se trata que estemos engañando a nuestro beneficiario; lo que sucede es que no evaluamos con toda severidad lo que verdaderamente le estamos entregando al beneficiario. Así como decimos que de la Misión deben descolgarse los servicios, también vale a la inversa; es decir que la Misión debe ser el profundo destilado de nuestros servicios. La experiencia de lo que damos debe inspirar a la Misión.
¡Echen mano a la poesía! Recréense buscando los verbos que más bellamente reflejen tu Misión. No temas recurrir a palabras o imágenes llenas de poesía. La Misión no es una definición fría, sino algo vital, capaz de movilizar a cuantos tienen que ver con ella: los funcionarios, los beneficiarios, los sostenedores.
Que cada voluntario o funcionario que trabaja en la organización no sólo conozca la Misión, sino que la recite. Que la repitan con orgullo por bella, acertada y original. Sí, tiene que tener estas tres características si de verdad queremos que sea motivo de orgullo.
No hagas caso de esta recomendación cuando estés elucubrando tu Misión. En rigor, imagínala como proyecto para los próximos mil años pero luego, cuando hayan transcurrido unos cuatro o cinco años vuelve a pensarla para los próximos mil. Conocido es el caso de una institución que se dedicaba a la desnutrición infantil y que tuvo que enfrentar durante la década del 80 y los 90, un hecho indesmentible: la extraordinaria disminución de este flagelo en Chile. No estamos insinuando que dado este antecedente habría que disolver la institución, sino que lo recomendable será replantear la misión a la luz del nuevo antecedente. (Curiosamente junto con disminuir la desnutrición aumentó su contra cara, la obesidad infantil; no estamos seguros de que uno y otro fenómeno tengan, claro, la misma gravedad). Hay ciertos momentos en donde debemos hablar, no de renovar la Misión, sino, lisa y llanamente, refundar la institución. En estos casos, vale la pena empezar preguntándose por nuestra vocación: el paso Nº1.
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Fundador de Simón de Cirene.